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La pasarela de mi vida / The Catwalk of My Life: Para Atras, Mi Para Tomar Vuelo! (Spanish Edition), by Jacky Bracamontes
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About the Author
Jacky Bracamontes es hija del entrenador de fútbol, Jesús Bracamontes y de Jacqueline Van Hoorde. Cuando regresó a México, comenzó a trabajar como modelo para algunas revistas de moda juveniles; también inició actividades como modelo profesional en Guadalajara, realizando varios comerciales para televisión así como foto fija y de pasarela. Luego de verla en la portada de una revista, Lupita Jones, la directora del concurso Nuestra Belleza México (Miss México) la invitó a participar en dicho certamen y ganó el concurso en 2010. En 2008 protagonizó la telenovela de comedia Las tontas no van al cielo, al lado de Jaime Camil y Valentino Lanús; además de conducir el programa de televisión De por vida. En 2009 estelarizó Sortilegio, bajo la producción de Carla Estrada junto a William Levy. Es conductora de La voz... México.
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Excerpt. © Reprinted by permission. All rights reserved.
Infancia es destinoDicen que pocas personas conservan memorias de sus primeros cinco años de vida, esos dÃas en los que si un padre presta mucha atención, notará los primeros rasgos de la personalidad de un hijo, los cuales, con el tiempo, empezarán quizás a adquirir un sentido premonitorio. Pienso que, de alguna manera, esos primeros recuerdos encierran un secreto fascinante capaz de ayudarnos a descifrar quiénes somos. Yo recurrentemente intento adentrarme ahÃ, en ese misterioso archivo mÃstico que es la memoria. Tal vez por ello me gusta tanto preguntarle a la gente: “¿Cuál es tu primer recuerdo?†Me intriga y me atrae todo aquello que guardamos con especial cuidado en el fondo de nuestra mente, casi como un tesoro sagrado. En mi caso, mi primer recuerdo es la pequeña alegrÃa infantil que sentÃa en el alma apenas a los cuatro años, cuando veÃa un vestido de Blancanieves. Estaba fascinada con el mundo de las princesas de Disney, ese universo de magia, ilusiones y fantasÃa donde precisamente ella, Blancanieves, era mi heroÃna absoluta. Si bien Walt Disney sabÃa mucho de sueños, el experto en cumplÃrmelos era mi papá. De joven fue jugador profesional de futbol, y después, cuando se casó con mi mamá, se convirtió en entrenador de varios equipos, las Chivas uno de ellos. Gracias a su trabajo y a que es un hombre ahorrador, pudimos hacer un viaje los tres a Disney sin mis hermanos (Alina estaba recién nacida y se quedó con mis abuelos maternos, Mamayoya y Pilil; Jesús no habÃa llegado al mundo, ni siquiera entraba todavÃa en los planes de mis padres). Para mÃ, ese paseo fue como estar en una pelÃcula llena de encanto y prÃncipes, donde todo era posible y yo podÃa ser cualquier princesa que eligiera: Blancanieves, por supuesto. Contemplar con mis propios ojos y tocar cada rincón de aquella aldea fantástica, con sus casitas y pasajes coloridos, comprobar que el sueño en verdad existÃa fue maravilloso. Jamás lo olvidaré. Levantaba la mirada y veÃa a la Bella Durmiente o a Cenicienta doblando la esquina, y de noche, el desfile: tantos cuentos de hadas convertidos en una realidad resplandeciente, el parque iluminado por árboles con estrellas diminutas y los pensamientos de tanta gente envueltos en luces y fuegos pirotécnicos. Aquél era el mejor lugar del universo. Y ahÃ, justo en la tierra de las princesas y los prÃncipes azules de a de veras, mi papá me compró el anhelado disfraz de Blancanieves. Claro que para mà no era un disfraz, sino el traje verdadero, el único, confeccionado especialmente para mÃ. Lo curioso es que, a pesar de que se tratara de un simple disfraz, a mi papá le costó como si fuera el vestido auténtico, pedrerÃa preciosa incluida. Cualquiera dirÃa que por eso tuvimos que comer hot dogs y nuggets el resto del viaje. Amaba tanto el famoso traje que todavÃa lo lucà con orgullo, aunque ya un poco pequeño y percudido, en mi quinto cumpleaños en el salón de fiestas Polichinela, en Guadalajara, mi tierra. Fue la primera vez que me sentà realizada, la primera vez que me convertà en reina del mundo. La única, ja. Fui una niña bastante feliz, en mi casa me divertÃa como cualquiera de mi edad. Mi hermana y yo jugábamos a hacer casas de campaña con sábanas y, cuando estaban mis primos, jugábamos al cine. Yo ponÃa una taquilla y les vendÃa boletos y palomitas, luego apagábamos las luces y nos sentábamos a ver La Cenicienta, La dama y el vagabundo o, claro, Blancanieves. También me gustaba salir a dar la vuelta en esa preciosa bicicleta rosa que me habÃa traÃdo Santa Claus. Además de las princesas de Disney, amaba el ballet y, desde entonces, el futbol, del que por obvias razones todo el tiempo se hablaba en casa. También bailaba, jugaba a la cocinita, a la escuela y a disfrazarme todo el santo dÃa de princesa. Aunque tenÃa una gran colección de muñecas, no me gustaba jugar con ellas, más bien amaba sacarlas de su caja y acomodarlas en una repisa a un lado de mi cama para mirarlas embobada por horas, con sus hermosos vestidos, sus peinados, las diminutas zapatillas y los sombreros. Debo decir que algunas personas me consideran por eso un poco rarita. Cada vez que salÃa una nueva Barbie, yo debÃa tenerla. Eran mi obsesión. Las deseaba todas, desde la más sencilla –que venÃa guapÃsima en su caja, con un bikini de colores y un par de faldas de hawaiana o una tabla de surf– hasta las de edición especial de fin de año, con alucinantes vestidos de gala, hechos de satÃn y tul color rojo cereza, llenos de brillantes y dos pares de tacones. Me interesaba tanto la que venÃa con disfraz de vaquerita como la rockera, la Barbie disco, la soñadora, la bailarina de ballet, la cumpleañera, la buza, la sirena, la chef, la atleta. Me sentÃa contenta con sólo mirarlas. Los domingos, lo que más me gustaba era ponerme desde las siete de la mañana a ver Chabelo para saber qué Barbie y demás juguetes iba a pedir en Navidad o en mi cumpleaños. Conviene señalar que el asunto de los regalos siempre ha sido muy particular en mi familia, porque mi cumpleaños es el 23 de diciembre y mis papás siempre me lo festejaron como Dios manda, a pesar de que al dÃa siguiente fuera Navidad y hubiera más regalos. Asà que me tocaban, y a la fecha me tocan, regalos por partida doble –no soy la única, pues el cumpleaños de mi papá es el 24 y asà como él lo hacÃa conmigo, yo le doy doble regalo, uno de cumpleaños en la mañana y otro de Navidad a medianoche–, por lo cual tenÃa motivos de sobra para hacer mi lista de deseos cuando veÃa lo que se ganaban los “cuates†que iban a concursar con el amigo de todos los niños. Después de recetarme el programa desde el principio hasta las mismÃsimas catafixias, iba al mercado con mi mamá a ver ropa y accesorios para mis muñecas, que permanecÃan sentadas muy quietecitas en su repisa, esperando un nuevo traje de gala, unas zapatillas de cristal o unos lentes de sol de última moda. Las compras dominicales terminaban con un tejuino y un pozole en compañÃa de mi mamá. Después, volvÃamos a la casa y veÃamos en la sala el partido del equipo al que papá estuviera dirigiendo en ese momento y gritábamos como si estuviéramos en el estadio. Si él estaba en casa, entonces el futbol era en su cuarto y a veces, cuando habÃa varios partidos simultáneos importantes para él, se llevaba a la recámera la televisión de la sala y la de la cocina para juntar los tres aparatos y ver todos los juegos al mismo tiempo. Después compró una televisión que permitÃa sintonizar dos o tres canales a la vez y ¡oh, santo remedio! Esos domingos eran perfectos. También recuerdo bien el Instituto de la Vera-Cruz, en Guadalajara, una escuela para niñas dirigida por las Mercedarias Misioneras de Bérriz –mejor conocidas como Las Meches– donde transcurrió mi niñez y parte de mi adolescencia: el enorme patio que no era más que una inmensa plancha de cemento con canchas de básquet y de volibol, los muros y los tres pisos que encerraban esa algarabÃa tan caracterÃstica de las escuelas, un alboroto inconfundible que invadÃa todo el ambiente. Me parecÃa gigante, lleno de rincones, pasillos y salones donde fácilmente habrÃa podido perderme. Sus paredes aún resguardan la inocencia de esa niña tÃmida que fui y que todavÃa conservo dentro de mÃ, aparentemente bien escondida. Mis primeros descubrimientos y mis sueños más decisivos ocurrieron dentro de aquellas instalaciones a las que tanto cariño les tengo. En la escuela siempre fui de las alumnas responsables y aplicadas; tal vez ello contribuyó, entre otras cosas, a que en tercero de primaria siguiera sin tener amigas. Pero la verdad es que si no las tenÃa no era por ser matada, sino porque mis cualidades para la convivencia permanecÃan dormidas en mi cama mientras yo tenÃa que ir a la escuela. Dentro del salón, las demás intentaban hablar conmigo para que les prestara los apuntes o les soplara las respuestas a medio examen, pero yo difÃcilmente accedÃa, no tanto por egoÃsta sino más bien por miedo a las represalias que habrÃa si nos descubrÃan. Cuando decidÃa arriesgarme, no sabÃa cómo sostener después la conversación ni mucho menos propiciar una nueva plática. Hasta hoy caigo en cuenta de que quizás ése sea el origen de mi dificultad para entablar, incluso ahora, nuevas relaciones, a diferencia de mucha gente para quien socializar es un acto natural, casi un reflejo. En la primaria me convertà en una niña solitaria. Normal, pero solitaria. Nunca me consideré ni me he considerado especial o diferente, sólo tÃmida, al contrario de lo que pueda parecer. Eso sÃ, cuando encuentro a un verdadero amigo, no lo suelto nunca, pase lo que pase. Soy de esas personas que aplican aquel viejo dicho de las abuelas: “Conmigo poco y buenoâ€. Consejos para vencer la timidez-Grábate un dÃa antes de tener una presentación importante. RevÃsa el video y pule lo que consideres necesario-Toma un curso de oratoria-Ponte un reto al dÃa para que salgas de tu zona de confort; por ejemplo: entabla conversación con un desconocido-Y siempre, siempre, siempre ¡mÃrate al espejo y rÃete de ti!
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Product details
Paperback: 240 pages
Publisher: Grijalbo (May 30, 2017)
Language: Spanish
ISBN-10: 194554032X
ISBN-13: 978-1945540325
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6 x 0.8 x 9 inches
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This was for my mom and she raves about him and the book. She loves the book and the message it has.
Jacky te felicito muy bello este trabajo, siempre te he admirado, pero pienso que esto es una de las mejores cosas que has hecho en tu vida. Bendiciones y como tu tambien pienso que la familia lo es todo. Sigue escribiendo para seguirnos sentandonos contigo a tomar cafe. â¤ï¸ðŸ‘
Este es un libro bastante entretenido que sin tantas pretensiones nos muestra la parte humana de una figura pública y nos confirma que los valores familiares son la base del éxito en lo personal y profesional.
Interesante y buen libro.
Todo el principio está aburridoEspero que no continúe asÃ
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